Una de las dimensiones que genera vergüenza a muchos y muchas de mi generación es que -allá en los años noventa- defendimos el modelo.
Defendimos el modelo de los noventa, generando nuestro -quizás- primer embrollo moral porque protegimos un modelo que generó inequidad y corrupción, informalidad e instituciones tomadas, monopolios empresariales y oligopolios bancarios; así como el negocio mercantilista en salud, educación y jubilación.
No obstante, mutamos y ahora somos aquel virus que ataca ese cuerpo viejo y raído que es el modelo.
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