Tras doce años –entre el 2003 y el 2015- la conyugal pareja, Néstor Kirchner y Cristina Fernández, echó mano de una caja fiscal vulnerable a condiciones adversas de crecimiento y con un trading global de materias primas con más volatilidad que estabilidad.  

Los mercados de granos y cereales –la nueva punta de lanza de la economía primaria de la nación sudamericana- golpearon la débil estructura económica, fiscal y monetaria de un país que lleva un récord de devaluaciones y endeudamiento desde 1860.


32,32% de pobreza es un dato histórico en una economía como la argentina. 
foto: el patagonico.

Mauricio Macri, un ingeniero de 60 años heredero de un conglomerado de empresas tomó la compleja tarea de dirigir un país cansado desde sus finanzas públicas. Esto después de recibir el Gobierno por parte de una imputada e investigada por sus manejos financieros como funcionaria pública, Cristina Fernández.

La administración de Macri cuya experiencia previa en gestión antes de ser primer mandatario fue ser presidente de un popular equipo de fútbol, recibió la crisis traducida en una caja fiscal impactada por este populismo económico firmado por Kirchner y Fernández y los golpes que –vía el gasto corriente- hicieron en el erario.
Además de registrarse dos fenómenos de mercado disímiles pero con cierta correlación: desplome de precios de materias primas y un clima adverso al rico campo argentino.

Como si no fuera suficiente, en el 2018 –año para el olvido para la economía transandina- la esperanza cifrada en el trading de granos y cereales [en especial en la soja con mejores precios] de dinamizar los envíos hacia China y Estados Unidos por la guerra comercial de ambas economías se vieron truncadas en noviembre de aquel año.

Por aquella fecha en la misma Buenos Aires los presidentes de Estados Unidos y China, Donald Trump y Xi Jinping respectivamente, decidieron fijar el inicio de una paz al conflicto arancelario.

Pausa en la disputa comercial que pondría fin –entre otras cosas- a las intenciones chinas de aumentar el ritmo de compras de la soja argentina, para volver a comerciar con Estados Unidos.

Para las autoridades económicas y monetarias argentinas la esperanza [y el reto] se enfoca ahora en trasladar a la economía real [consumo, demanda, inversión] las ayudas financieras otorgadas a la nación trasandina por parte del Fondo Monetario Internacional [FMI], soporte vía créditos puente que suman un agregado de US$ 57.100 millones.

El aporte del FMI no es popular porque viene colgado de un paquete de exigencias del organismo en materia de política económica, fiscal y monetaria.

Mauricio Macri debe tentar la reelección este octubre próximo frente a una intención de Cristina Fernández de participar en los comicios que -todo indica- será realidad.

El riesgo es este retorno del fantasma populista de gasto corriente, subvenciones, subsidios y traslado de partidas presupuestales para mantener la ancha base social [electoral] que reclama inexplicablemente a este espectro.

Espectro que llevó a la recesión de esta economía en un negativo para el PBI real de -2,5% para el 2018; una inflación del 47,6% para el mismo año y un cruce contra el peso de +53,53%.

Las proyecciones no son mejores y cifran en -1,2% para la actividad en 2019.

Citando a Josep Plá, ¿y todo esto que pasó en Argentina quién lo paga? 

Sin duda no será ni Macri, ni Fernández y menos el FMI. Una pista: este 2019 la pobreza en la economía trasandina registra un histórico 32,32%.

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